jueves, 10 de junio de 2010

Introducción:
Vamos a definir la violencia Intrafamiliar como aquella violencia que tiene lugar dentro de la familia, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio, y que comprende, entre otros, violación, maltrato físico, psicológico y abuso sexual.
Entendemos que la violencia doméstica es un modelo de conductas aprendidas, coercitivas que involucran abuso físico o la amenaza de abuso físico. También puede incluir abuso psicológico repetido, ataque sexual, aislamiento social progresivo, castigo, intimidación y/o coerción económica.
Hay autores que señalan que la violencia Intrafamiliar se da básicamente por tres factores; uno de ellos es la falta de control de impulsos, la carencia afectiva y la incapacidad para resolver problemas adecuadamente; y además en algunas personas podrían aparecer variables de abuso de alcohol y drogas.
El niño y la niña golpeados
Todos sabemos que siempre es triste y doloroso arrastrar la vida cuando no se recibió amor, sobre todo de los padres durante la niñez. Todo el que ha estudiado siquiera un poco al ser humano, le va a decir que los cinco primeros años de la vida dejan una marca imborrable para toda la vida, para bien o para mal. Por eso, el privar a un niño de amor es como privar de fertilizante a un árbol que empieza a crecer, pero el golpearlo es como echarle veneno, lo va a terminar de matar psicológicamente y emocionalmente, o mejor va a crecer herido de muerte. Pero hay golpes y golpes, algunos golpes sacan sangre o dejan morados, incluso un mal golpe puede producir la muerte, pero hay otros mas sutiles que no se ven, pero que se graban a fuego lento no sólo en mente sino en la identidad de ese niño o de esa niña. Se graban en su "yo", y los frutos de estos golpes emocionales se van a ver después en sus relaciones con personas significativas y en su relación con el mundo.
Me gustaría hablar un poco más detalladamente de esos golpes, que solamente los ven o los oyen quienes los dan, aunque no piensen en las consecuencias futuras y terribles que van a traer en sus hijos.
Está claro, que cuando se repiten los golpes físicos, pero sobre todo los psicológicos o emocionales, se va agotando el amor. Nosotros los adultos sabemos como duele el silencio, tal vez más que las palabras ofensivas. Ese silencio es el peor de los castigos, ahora imagínese a un niño que no ha hecho nada y no se le habla, y no se le abraza y acaricia, cómo se va conformando su identidad...pensemos en eso.
¿Han pensado en el daño que hacen a sus hijos, posiblemente muchas veces sin darse cuenta, cuando en lugar de relacionarse con sus hijos pequeños están preocupados del trabajo, con la limpieza, etc., en forma obsesiva y perfeccionista la casa? Son golpes lentos que van formando defectuosamente la escultura de su hijo.
Silencio y ausencia, cuando se reprocha al hijo los pequeños errores pero cierras tu corazón y tu boca cuando hace algo bien. Por, ejemplo, cuando el niño empezó el kinder e hizo un dibujo, que pudo ser cuatro rayas cruzadas, pero que para él era una obra de arte, en lugar de abrazarlo o alabarlo, guardaste silencio. Con ello se produce en el hijo que aprenda a ver sólo los errores, pero no lo bueno que hay en sus personas.
Todos estos golpes emocionales y psicológicos, hacen tanto daño en la niñez porque el niño o la niña no sabe defenderse; su mente apenas empieza a desarrollar lentamente ciertos mecanismos de defensa para poder filtrar y analizar lo que ve y oye. Su mente es como una esponja: recibe todo. No tiene capacidad para decir esto es verdad o no es verdad, lo que dicen es justo o injusto. Por eso los mensajes-golpes son como olas gigantescas que llegan sin control a lo más profundo de ese ser indefenso. Pero que distinta es la niñez y el futuro de sus hijos cuando ellos palpan el amor entre su padre y su madre, cuando ellos desde pequeños ven que su madre recibe con un beso, un abrazo al padre que llega del trabajo, o cuando el padre viene con un ramo de flores para su esposa o le da un beso a su esposa. Son detalles que se van grabando en el alma de los niños, que van modelando su personalidad, que van llenando de amor ese tanque-corazón. Créame, esa será la mejor herencia que podrá dejar a sus hijos.


OPINION

La violencia es uno de los más complejos componentes de la naturaleza humana, se encuentra inmersa en los discutidos espacios de lo instintivo desde donde surge con la fuerza de un agente agresor que desborda sus controles en el poder y la fuerza –maltrato-, sobre un agente agredido.

El agresor impone, restringe, castiga, obliga y busca complacencia desde el otro en quien reconoce debilidad e incapacidad de reacción. La agresión puede ser ejercida contra las personas y contra todos los seres de la naturaleza.
La violencia intrafamiliar encuentra el marco del hogar y la familia, afectando en forma directa a sus componentes, pero son los niños y las niñas los que reciben su mayor impacto. Allí los actores se desempeñan a partir de conflictos familiares no resueltos; matrimonios disfuncionales; conformación de nuevas relaciones en las cuales entran a interactuar nuevos miembros; actitud negativa de personas improductivas y dependientes o drogodependientes; enfrentamientos generacionales; conflictos por problemas económicos y de comportamiento social. La agresión conlleva el maltrato verbal, físico, psicológico, la subvaloración de género y de la importancia de los miembros de la familia. Regularmente el detonante de toda agresión es una palabra que conduce a la agresión verbal y la discusión y la agresión física.
El maltrato infantil comienza antes del nacimiento, en la concepción en medio de relaciones incontroladas de parejas disfuncionales, enfermas, psicodependientes o farmacodependientes. También se logra un triste comienzo con el embarazo no deseado que genera angustia en padre y madre ante una situación inesperada sobre la cual se debe actuar con rapidez.

La dificultad depende del estado de la pareja: en matrimonio, matrimonio con más hijos, matrimonio con una familia numerosa y condiciones económicas deplorables, matrimonio con hijos muy mayores, embarazo tardío después del nacimiento del último hijo, edad de la madre, padres solteros, pareja con dificultades en su matrimonio; nuevo matrimonio en el cual alternan los hijos de cada miembro de la pareja; y madre que no acierta a saber quién es el padre de su hijo… Estas preocupaciones, decisiones o indecisiones maltratan al niño, independiente de sus resultados. En alguno de los casos enunciados se recurre a una solución rápida: ¡el matrimonio no deseado!, que aumenta los espacios de la culpa.

El niño sin nacer ya es una carga, un error, un problema, una desgracia, un intruso; puede ser abortado, nacer para ser abandonado, dado en adopción, asesinado o arrojado a la basura. En el mejor de los casos el niño no deseado es aceptado, la marca de “no deseado” queda estampada en el alma; es menor la agresión pero permanente el peso emocional; situación que a la postre determina comportamientos no explicables en la vida del adulto.
La cultura judeocristiana absorbió muchos principios del confucionismo del cual adoptó el concepto de la “autoridad por edad dignidad y gobierno”, que bajo determinadas circunstancias configura una de las malinterpretadas justificaciones al maltrato: ¿Cuál sería la suerte de un menor en una familia de ocho hijos, sometido a la autoridad de los padres y siete hermanos, no muy condescendientes?
De acuerdo con los padres que se tienen y la familia en la cual el niño o la niña desarrollan su vida, es el tipo de trato que se recibe. Las dosis de amor y buen trato deben ser las adecuadas, porque la excesiva protección y el excesivo amor también pueden llegar a formar individuos carentes de defensa social, tímidos, agresivos y faltos de tolerancia.
Para que todo no quede en la exposición, la propuesta en contra de la violencia intrafamiliar y el maltrato infantil consiste en formar desde el hogar en el respeto y la responsabilidad hacia el otro, en saber que se está en capacidad de hacer un gran esfuerzo para ser persona de fácil convivencia en un reino de tolerancia y aceptación; que se puede ser mejor padre al concebir con responsabilidad.

Formar al núcleo familiar en el reconocimiento de las diferencias en edades con respecto al menor que no puede responder como adulto y actuar como tal. No se requieren altos niveles de formación académica: todo ser humano es capaz de lograr hacer las cosas con rectitud desde unos principios básicos en los que priman el respeto y el amor.La violencia es uno de los más complejos componentes de la naturaleza humana, se encuentra inmersa en los discutidos espacios de lo instintivo desde donde surge con la fuerza de un agente agresor que desborda sus controles en el poder y la fuerza –maltrato-, sobre un agente agredido.

El agresor impone, restringe, castiga, obliga y busca complacencia desde el otro en quien reconoce debilidad e incapacidad de reacción. La agresión puede ser ejercida contra las personas y contra todos los seres de la naturaleza.
La violencia intrafamiliar encuentra el marco del hogar y la familia, afectando en forma directa a sus componentes, pero son los niños y las niñas los que reciben su mayor impacto. Allí los actores se desempeñan a partir de conflictos familiares no resueltos; matrimonios disfuncionales; conformación de nuevas relaciones en las cuales entran a interactuar nuevos miembros; actitud negativa de personas improductivas y dependientes o drogodependientes; enfrentamientos generacionales; conflictos por problemas económicos y de comportamiento social. La agresión conlleva el maltrato verbal, físico, psicológico, la subvaloración de género y de la importancia de los miembros de la familia. Regularmente el detonante de toda agresión es una palabra que conduce a la agresión verbal y la discusión y la agresión física.
El maltrato infantil comienza antes del nacimiento, en la concepción en medio de relaciones incontroladas de parejas disfuncionales, enfermas, psicodependientes o farmacodependientes. También se logra un triste comienzo con el embarazo no deseado que genera angustia en padre y madre ante una situación inesperada sobre la cual se debe actuar con rapidez.

La dificultad depende del estado de la pareja: en matrimonio, matrimonio con más hijos, matrimonio con una familia numerosa y condiciones económicas deplorables, matrimonio con hijos muy mayores, embarazo tardío después del nacimiento del último hijo, edad de la madre, padres solteros, pareja con dificultades en su matrimonio; nuevo matrimonio en el cual alternan los hijos de cada miembro de la pareja; y madre que no acierta a saber quién es el padre de su hijo… Estas preocupaciones, decisiones o indecisiones maltratan al niño, independiente de sus resultados. En alguno de los casos enunciados se recurre a una solución rápida: ¡el matrimonio no deseado!, que aumenta los espacios de la culpa.

El niño sin nacer ya es una carga, un error, un problema, una desgracia, un intruso; puede ser abortado, nacer para ser abandonado, dado en adopción, asesinado o arrojado a la basura. En el mejor de los casos el niño no deseado es aceptado, la marca de “no deseado” queda estampada en el alma; es menor la agresión pero permanente el peso emocional; situación que a la postre determina comportamientos no explicables en la vida del adulto.
La cultura judeocristiana absorbió muchos principios del confucionismo del cual adoptó el concepto de la “autoridad por edad dignidad y gobierno”, que bajo determinadas circunstancias configura una de las malinterpretadas justificaciones al maltrato: ¿Cuál sería la suerte de un menor en una familia de ocho hijos, sometido a la autoridad de los padres y siete hermanos, no muy condescendientes?
De acuerdo con los padres que se tienen y la familia en la cual el niño o la niña desarrollan su vida, es el tipo de trato que se recibe. Las dosis de amor y buen trato deben ser las adecuadas, porque la excesiva protección y el excesivo amor también pueden llegar a formar individuos carentes de defensa social, tímidos, agresivos y faltos de tolerancia.
Para que todo no quede en la exposición, la propuesta en contra de la violencia intrafamiliar y el maltrato infantil consiste en formar desde el hogar en el respeto y la responsabilidad hacia el otro, en saber que se está en capacidad de hacer un gran esfuerzo para ser persona de fácil convivencia en un reino de tolerancia y aceptación; que se puede ser mejor padre al concebir con responsabilidad.

Formar al núcleo familiar en el reconocimiento de las diferencias en edades con respecto al menor que no puede responder como adulto y actuar como tal. No se requieren altos niveles de formación académica: todo ser humano es capaz de lograr hacer las cosas con rectitud desde unos principios básicos en los que priman el respeto y el amor.